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viernes, 29 de diciembre de 2017

LA MAESTRA AURORA PÉREZ, EJERCIENDO EN LA QUEBRADA


Durante muchos años, y en relación a la educación, no hubo en los territorios de las Quebradas ni maestra ni escuela. Solo se conoce la excepción de la maestra Aurora, que daba clase en la boca de la Quebrada El Ingenio. Los primeros testimonios acerca de ella los recogí de Claudia Rojas, quien recordaba que sus hermanos mayores aprendieron a leer y escribir con ella. Confirmó el testimonio la señora Pompeya, hija de Gabino Mujica, quien recordaba cómo ella y sus hermanas recibieron clases de esta maestra. En base a estos recuerdos, se puedo establecer una cronología aproximada: esta maestra habría estado en la Quebrada el Ingenio entre los años 1945 y 1965. Los gobiernos de la época organizaron este sistema de maestras rurales, enviando jóvenes con la Instrucción Primaria terminada, a los lugares más apartados del país. Aurora que vivió en San Diego primero, y finalmente en Los Teques, bajaba a la Quebrada a dar clases en una casita con patio, que las familias habían dispuesto para ello.
En una entrevista casual con la madre del cronista de los Teques César Gedler, y digo casual pues a quien visitaba era al propio César por recomendación de la amiga Yurimia Boscán, pude completar cierta información acerca de esta maestra Aurora. Se trata de Aurora Pérez, de San Diego, nacida en torno a 1920. La señora Mercedes Lozada de Gedler, madre de César, la recuerda como una mujer elegante y alta. Evoca además, cómo en varias ocasiones se alojó en la casa de la familia Pérez en San Diego, cuando –en su rol de maestra auxiliar- acompañaba circunstancialmente a su hermana Telma Lozada de Izarra, quien ejercía como maestra en Cocorote, en una modalidad similar a la de la maestra Aurora. Ambas hermanas Lozada se trasladaban a pie desde Los Teques a San Diego, para su trabajo semanal como educadoras. Los lunes partían, a las 4 am,  para comenzar las clases a las 10 am. Los sábados, a primera hora de la mañana, emprendían el viaje de regreso a los Teques.
No tengo certeza de que esta Aurora fuera la misma maestra que recuerda el Coplero de Guareguare, Margarito Aristiguieta, cuando refiere su experiencia de aprendizajes iniciales a César Gedler, quien recoge su testimonio de vida en un libro. Pero se sabe de la existencia de una rústica escuela con bancos improvisados en el lugar de Guareguare. La maestra Aurora es recordada más bien en la Quebrada El Ingenio, aunque ambos son parajes cercanos.

La señora Mercedes Lozada recuerda también que, años más tarde, la maestra Aurora residió en la calle Roscio de Los Teques, aunque probablemente ya no ejercía como maestra.

miércoles, 13 de diciembre de 2017

Vida cotidiana en La Quebrada


Vega con matas de mango

Actividades socio económicas en el siglo XX


Con fundamento en las entrevistas realizadas a varios pobladores de El Cristo y Unión, provenientes de La Quebrada, se pueden avanzar algunas consideraciones.
El modus operandi más antiguo de las familias para su desplazamiento en el siglo XX era el siguiente: primero llegaban a la casa de algún conocido, mientras construían su casa de bahareque. Luego le pagaban con el trabajo de siembra al que los había hospedado en su casa. Era una especie de alquiler, pagado con trabajo.
Por terreno no había problema, durante los años 40 y en esta zona más apartada de las quebradas, porque nadie se hacía pasar por propietario. Así lo cuenta el señor Evaristo Mujica: Terreno sin dueño pues, porque cada quien se hacía dueño del terreno…  (rozaba) y ya era suyo.
Eso se explica pues tras la depresión del 29 y la consecuente caída de los precios del café muchos de estos territorios habían sido abandonados.
Los habitantes de la Quebrada, que llegaron a ser más de cincuenta familias (incluyendo Quebrada Grande, El Ingenio, Santamaría y otras cercanas), tenían cada quien su siembra y sus animales. El método de preparación del terreno para siembra era la roza, y la quema posterior, lo que queda establecido como un método mucho menos abrasivo que la quema extensiva.
Sembraban caraota, frijol, yuca, maíz, caña[1], quinchoncho, ocumo, cambur, café, cacao, y en menor cantidad, tomate y otras hortalizas; y criaban animales: cochinos, gallinas, chivos, unas pocas vacas, caballos y burros para carga. El señor Virgilio tenía bastante burro. Los empleaban para subir la cosecha y venderla en la ciudad. En el puente de La Matica y en el Cabotaje vendían sus productos. Al señor Tomás Manso, de Puerto Escondido, también le llevaban mercancía. Además, los vecinos de la Quebrada plantaron árboles de aguacate, mango, naranja, limón, lechosa y otros. Las matas de onoto y otras ornamentales eran comunes en las cercanías de los ranchos. Algunas mujeres, acompañadas de sus hijas o nietas, subían desde la Quebrada con su cesta de aguacate para la venta. Posteriormente se comenzaron a comercializar los terrenos y casas. El señor Celso, por ejemplo, vendió su terreno por los años 60.

Típica vega, en la que se asentaban las casas de bahareque (Quebrada Grande)

Además del trabajo de conuco, cría de animales y bodegas, otras actividades económicas eran la producción de carbón de madera y la apicultura (desarrollada por Juan Rojas, el colmenero).
Sobre la fabricación de carbón evoca J.G.:
Mi papá (Basilio) era carbonero. El carbón era la leña. Uno cortaba la roza, sacaba la madera, los palos, tumbaba con hacha, después quemaba la roza. Después papá la rodeaba. Después iban y armaban el horno. Yo lo sé armar. Lo tapaban con tierra y monte. Mi papá y mi tío Nicolás hacían carbón, y lo llevaban a vender en Don Marcos Díaz, los almacenes mayores, en Cabotaje, junto a la UNESA.  Don Marcos compraba verduras, granos, carbón y, en general, la cosecha de los conuqueros; además les vendía el mercado, que lo pagaban con frecuencia con su cosecha. A los conuqueros habituales también les fiaba, hasta el tiempo de la cosecha. A Tomás Manso, en Puerto Escondido, le llevaban tomates, maíz. Los sábados era el día de mercado. Subían con todos los burros a llevar la carga al mercado. El que no tenía burros, o tenía mucha carga, alquilaba el flete de los burros.
Otra actividad complementaria era la caza. Todavía en el año 2017 nos tocó ver en el recorrido de la quebrada a un grupo de cuatro cazadores, con sus perros y escopetas, siguiendo la pista de los báquiros.
Nosotros cazábamos venado, báquira, lapa, acure, y toa vaina –recuerda Evaristo M. Nosotros no teníamos perros pero la demás gente tenía perros. Le echaban los perros al venado. Hay que saberlo cazar, corre más duro que el carajo. Los perros los buscaban por el rastro. Perro arrecho. Perros buenos. Unos que llamaban los López, unos que vivían por Paracotos, tenían perros buenos. Un perro bueno no lo vendían. Había manadas como de veinte báquiros. [2]

Los báquiros buscan donde retozar y alimentarse

Los perros siguen el rastro de venados, acures y báquiros

Los niños jugaban con agua, hacían pozos –pequeños desvíos- en la misma Quebrada Grande, y se bañaban en ellos. En esa época las aguas eran limpias y utilizables para el consumo de los pobladores, humanos y animales. Cuando las aguas del torrente principal dejaron de ser potables –sobre todo a raíz de los vertidos de los edificios de La Ladera, ya en los años 70, quedaban no obstante diversos pozos de manantial, con agua pura, tanto en la Quebrada Santamaría como en la de El Ingenio, y en la de Guareguarito.

Pozo de manantial en la Quebrada El Ingenio. De ahí se tomaba agua para beber.

Los niños también jugaban con metras y pelota de goma. La hora del juego era al anochecer, después de acarrear el agua necesaria, y de hacer los oficios de la casa. Se agradecían las noches cuando estaba la luna clarita, pues entonces los hermanos y hermanas menores podían jugar hasta tarde en el patio de la casa. A  veces los niños se acostaban a ver las estrellas y los cocuyitos que alumbraban con intensidad esos campos.
Los muchachos se enamoraban cuando iban a la quebrada a buscar agua. Allí se iban conociendo. Por los caminos y conucos también se encontraban y enamoraban. En época de trabajo se ayudaban unas familias a otras, o se contrataban a los jóvenes como peones. En el intercambio de trabajo se iban conociendo más. Los jóvenes varones tenían más libertad para salir de sus casas de bahareque a visitar a las otras familias, pero las jóvenes no tanto. Para casarse lo debían autorizar los padres. El pretendiente hacía la casa de bahareque para la pareja y, tras obtener el permiso del padre de la joven, se daba por hecho el matrimonio. No había formalidades ni civiles ni religiosas. Algunos jóvenes varones tenían la costumbre de lanzar piedritas a la muchacha que le gustaba. Era una señal de su interés por ella.

Restos de fogón de vivienda en la Quebrada El Ingenio

Las mujeres todas parían allá abajo. Se mencionan algunas comadronas. Anselma Castro vivía un poco más abajo de la Q. Santamaría, en Q. Grande, y era tenida por muy buena comadrona. Josefa Ramos, vivía en la Q. El Ingenio. Viviana era otra comadrona que vivía en El Cristo. A pesar de la existencia de estas pocas comadronas, también se conoce algún caso de neonatos muertos, como dos morochos Granadillo.
La gente poco se enfermaba. Cada familia usaba sus propios remedios naturales. Los remedios de la mamá de Claudia Rojas eran los siguientes: la fregosa con el mastuerzo para los parásitos, para la diarrea la sopa de cambur verde y ocumo, para la fiebre la mata de cundiamor, para dolores de barriga el ajo con aceite, para el oído el árbol de algodón, la mata de malva para el dolor de cabeza, pasote para la tos. Cuentan que Luis José quitaba mal de ojo y curaba picado de culebra. El señor Evaristo Mujica, cuando vivía en la Quebrada, fue picado por una tigra en el año 1964 y ensalmado por este José Luis o Cipriano, otro vecino conocedor de tales artes.
En relación a la educación, tampoco había maestra ni escuela, a excepción de la maestra Aurora, que vivía en la boca de la Q. El Ingenio, y que es recordada entre los años 1950 y 1965 dando clases. El gobierno de la época pagaba a la maestra, que vivía en la ciudad y bajaba a la Quebrada a dar clases en una casita con patio, que las familias habían dispuesto para ello. Los hermanos mayores de Claudia Rojas aprendieron a leer y escribir con ella. Las hijas de Gabino Mujica también recibieron clases de esta maestra.
No había luz eléctrica, ni llegó a haberla en la Quebrada. Utilizaban lámparas de querosén. Allí poco se escuchaba música, ni había radio. Sin embargo, había varias bodeguitas y canchas de bolas (Nicolás González y Jesús Pacheco tenían cancha). Y había algunos arpistas y músicos (Eusebio Reveti, Gabino Mujica y Ramón Huerta tocaban arpa; Evaristo Mujica, su hijo, y Basilio González cantaban). Más tarde se usaron radios a pila, y también linternas para alumbrarse.
Pila de linterna, pieza de lavaplatos, y rueda de caucho maciza,
hallados en vivienda de El Ingenio (2017)


Poste testigo del proyecto incumplido de 
electrificación de la Quebrada
(cerca del año 1970) por el antiguo sendero de San Corniel.

Mi papá Basilio cantaba joropo mirandino. Papá me contaba. Amanecían en la quebrada bailando y tomando. Tomaban cañablanca (o cañaclara) y vino para las mujeres. Era vino dulce, Sagrada Familia. Las mujeres no tomaban caña. Pero ahora no, ahora está todo eso igualito. (JG)

Hilera de cauchos delimitando la cancha de bolas al borde de la Quebrada. Así como ésta,  existieron varias canchas, tanto en Quebrada Grande, como en Quebrada Santamaría  y en  Quebrada El Ingenio.




[1] Menciona la caña la señora Valentina, cuyo papá provenía de Lara. Actualmente, Manuel Yépez, oriundo de Lara, también muestra interés por la siembra de la caña.
[2] Ver https://es.scribd.com/doc/69856147/Historia-Local-de-Paracotos, para una referencia más amplia a la fauna y la caza.

sábado, 25 de noviembre de 2017

Noviembre de cultura en el Cristo





Entrevistas para la recuperación de las Memorias de la Quebrada.
De la Casa Comunitaria Peruchito: Carmen Emilia, Eliana, Luz Marina y Tomás

Visita a los señores: José, Pilar y Domingo, Claudia.






 


Actividades de tarjetería y música preparando la Navidad













Ensayo del Aguinaldo: Corre, caballito, con dramatización.


 

Actividades de apoyo escolar. Emilia, Darwin y Tomás, en fotos. Participación adicional de Eliana y Luz Marina. Puede apreciarse el provechoso uso de las Canaimas en funciones de investigación con acceso gratuito a internet.








 


 





Actividad lúdica: la pirámide


Gracias a la colaboración de unos amigos se comparte un plato de lentejas con arroz, y unos plátanos verdes sancochados, que prepara con excelente mano Emilia. 




Presentación del libro de la poeta Wafi Salih, en la Filven de Caracas, día 18, sábado. Con el poeta Ennio Tucci.
La poeta acompañó a la comunidad de El Cristo en los días siguientes a la Filven.


DE LA MUERTE DE GISELO MARMOLÉ A LA LEYENDA DEL APARECIDO



Era un día sábado. Ellos venían de hacer un mercado. Venían con su burrito, como todos los sábados. Venían bajando y bajaban alegres, tomando su poquito de aguardiente, que llevaban en el bolsillo, eso es lo que se tomaba, puro aguardiente.
Llegando al Cerro, les dice a los compañeros, a otros compañeros que venían con él -en la curvita esa, allí donde él murió-, les dice: Vayan andando -iba un poco curdo-, vayan andando que yo voy a pararme aquí, pa echa una orinadita. Vayan andando.
Los compañeros siguieron y lo fueron a esperar allí en la curva, en la planada aquella. Vieron que no llegaba, y dicen: bueno, ¿qué será, se quedó dormido? Porque había tardado mucho.
Uno se regresó a ver qué había pasado. Y lo encontró muerto. Murió de repente. (-¿Fue de un infarto?). Sí, fue de un infarto.
Después, allí mismo creció una mata de esa que llaman corona de cristo, esa estaba bonita, y una mata que llaman tucusito también tenía el lugar. Y las piedras, había tantas piedritas, hasta yo le echaba piedrita. Y se formó un montoncito. Porque es para la gente que muere en los caminos. Pa su descanso, le decían, y lanzaban la piedrita.

Su muerte en el camino y la tradición religiosa de lanzar la piedrita para su eterno descanso, dio origen a la leyenda del aparecido, según la cual los que pasaban debían lanzar una piedra para que el muerto no asustara.


(testimonio de J. G., El Cristo, La Macarena Sur, 15 de noviembre 2017, sobre la transformación en leyenda: Emilia Arráez; transcripción libre: Tomás Martínez)
(foto: http://www.imageflora.com/image/euphorbia-milii-red-bracts-and-flowers-spikey-stems-in-southern-teneri/)


domingo, 5 de noviembre de 2017

Gentes de la Quebrada



Vista de las montañas (y al fondo las quebradas) desde el Norte (El Topo): quebradas de Carrizal-Los Pretiles (izquierda), San Corniel-La Matica (derecha), Santamaría (derecha, detrás) y San Diego-Guareguare (izquierda, al fondo)


En Los Teques, algunos de los habitantes del actual barrio El Cristo, probablemente los más antiguos, provienen del entorno de La Quebrada. Con este nombre genérico denominan aún al lugar quienes allí vivieron, o quienes actualmente lo recorren para la caza, la siembra o la recolección de frutos silvestres.
Buena parte de las quebradas de la vertiente sur de las montañas de los Altos Mirandinos, desde San Diego a Guaremal y algo más allá, caen al río Tuy, justo en su paso por el Caserío Palo Negro, cercano a Paracotos.
Numerosas quebradas se adentran y zigzaguean en el corazón de estas serranías. Desde lo alto de Potrerito llega un caudal que recoge aguas de Carrizal, de la Macarena, la Matica y San Corniel. Cerca del lugar donde entrompan estas aguas de San Corniel con el cauce principal, se forma una primera vega en la vivieron algunos de los antiguos vecinos de El Cristo, quienes se refieren al pequeño núcleo poblado allí existente como Quebrada de San Corniel.
En su avance hacia el sur, el cauce originado en Potrerito, recibe las aguas de Guaremal y los Barriales en la denominada Quebrada Santamaría. Allí, en su entorno vegano, existió otro núcleo homónimo de la quebrada, más numeroso que el primero.
Otras quebradas más, enriquecen el caudal principal desde el oriente. Son las que nacen en San Antonio, San Diego y Guareguare. En zona cercana al lugar donde se unen estas aguas con las que provienen de las quebradas antes referidas, un nuevo rancherío de bahareque, de nombre El Ingenio, es referido por los antiguos como asiento de sus ancestros.
Al rancherío más cercano al caudal principal entre Quebrada Santamaría y El Ingenio lo refieren como Quebrada Grande.  Se menciona además el lugar de Cañaote, probablemente más al sur, como geografía de antigua mudanza campesina.
Los habitantes de El Topo y Los Pretiles evocan a sus antepasados desplazándose por el Ingenio, Cañaote, Quebrada Santa María y Quebrada San Corniel.


Esquema de las quebradas mencionadas en el texto
Norte-arriba, sur-abajo.

El modus operandi de las familias para su desplazamiento era el siguiente: primero llegaban a la casa de algún conocido, mientras construían su casa de bahareque. Luego le pagaban con el trabajo de siembra al que los había hospedado en su casa. Era una especie de alquiler, pagado con trabajo.
Por terreno no había problema, porque nadie se hacía pasar por propietario de esos montes. Los habitantes de la Quebrada, que llegaron a ser más de quince familias, tenían cada quien su siembra y sus animales. Sembraban caraota, frijol, yuca, maíz y caña, tomate y otras hortalizas; y criaban animales: cochinos, gallinas, caballos y burros para carga. El señor Virgilio tenía bastante burro. Los empleaban para subir la cosecha y venderla en la ciudad. En el puente de La Matica vendían bastante tomate. Además, los vecinos de la Quebrada plantaron árboles de aguacate, mango, naranja y otros. Algunas mujeres, acompañadas de sus hijas o nietas, subían desde la Quebrada con su cesta de aguacate para la venta.
Los niños jugaban con agua, hacían pozos, y se bañaban. Por los años 50 las aguas eran limpias y utilizables para el consumo de los pobladores, humanos y animales.  Los muchachos se enamoraban cuando iban a la quebrada a buscar agua. Allí se iban conociendo y enamorando. No había luz eléctrica. Utilizaban lámparas. Allí no se escuchaba música, ni había bailes, ni había radio, nadie de esas quebradas tocaba instrumentos…. 
La gente poco se enfermaba. No había médicos ni curanderos por todo eso. Cada familia usaba sus propios remedios naturales. Tampoco había comadrona. Se conocen varios casos de neonatos muertos. 
En relación a la educación, tampoco había maestra ni escuela, aunque después del año 50 se recuerda una maestra por la quebrada de Guareguare, en el rancherío de El Ingenio.
Por allá se asentaron Rita y su hermana Andrea Rojas, nativas de Guareguare. Andrea se casó con Narciso Granadillo y Rita con Nicolás González. Ambas parejas vivieron por la Quebrada durante los años 40 a 60. Por esas Quebradas anduvo Valentina hasta sus veintidós años y tuvo cuatro muchachos: Marcelino, Valerio, Natividad y Silveria. Por esas quebradas anduvieron durante más de dos décadas su padre, el señor Narciso, y sus hermanos Abel, Pablito, Miguel y Sotero. 
Específicamente, en el entorno de la Quebrada Santa María y Quebrada Grande vivían varias familias más: Ambrosio González; Rosa Rojas, con Juan Rafael, y su hijo Marcos; Celso, en una vega grande, con Martín, Rómulo y Catulio; Hermenegildo, que se fue a Guaremal; Quintina; Virgilio, propietario del mayor número de burros (más de diez); Eusebio y Francisca; entre otros.
De estas gentes vienen nuestras raíces. Es lícito preguntar de dónde llegaron sus antepasados. Hay indicios para creer que la mayor parte de ellos provenían de la parroquia San Diego, o al menos de ella dependían, pues la mención de Guareguare cobra relieve en sus testimonios.
Y más allá podemos preguntar: ¿qué relación tenían estas gentes antiguas con los originarios teques que poblaron estos cerros y trazaron cicatrices en la montaña? No es descabellado creer que su marca quedó firmemente grabada entre los pioneros pobladores de El Cristo.

lunes, 23 de octubre de 2017

VALENTINA, MUJER CAMPESINA DE EL CRISTO



 Valentina limpiando el monte


  ¿Usted se considera campesina? 
Claro que sí. Yo nací en el monte.

Cristina Valentina Granadilllo Rojas, en unos meses cumplirá los ochenta. Su recorrido vital se ha desenvuelto por tres espacios básicos: Guareguare, la Quebrada y El Topo.
Nací en San Diego el 14 de febrero de 1938 –refiere. Guareguare es un campo, como un barrio de San Diego. Mi papá se llamaba Narciso Granadillo, y era del Estado Lara. Mi mamá se llamaba Andrea Rojas y era de San Diego. A mis abuelos no los conocí ni supe sus nombres.
De aquella primera infancia trae a la memoria las clases iniciales de lectura y escritura, con una maestra que llegaba al caserío Guareguare y les enseñaba a hacer muñecas de palo.
Con trapos les hacíamos la camisa –recuerda Valentina.
Se reunían todos en la bodega, que tenía un patio grande, y allá les daba las clases. Los niños se sentaban en unos banquitos. Y también recibían catecismo. Lo daba un señor que llamaban Pablo Mangarré, que vivía en Guareguare.
Por dos décadas la familia de Valentina se desplazó hacía lo que ella refiere como la Quebrada, en distintos sectores: el Ingenio, Cañaote, Quebrada Santa María y San Corniel. Por esas quebradas anduvieron. Abel, Pablito, Miguel y Sotero eran sus hermanos. Al poco de nacer dos hermanitos morochos, su mamá murió a consecuencia del parto, y enseguida murieron los morochitos. El papá fue el que crio a los siete hijos que quedaron.

Para mis nietos ¿qué dejo?: ¡Todo mi cariño!
(al fondo: la Cueva del Indio)

Cuando las familias se asentaban en la Quebrada, primero llegaban a la casa de algún conocido, mientras construían su casa de bahareque. Así hizo la familia de Valentina. Luego le pagaban con el trabajo de siembra al que los había hospedado en su casa. Era una especie de alquiler, pagado con trabajo. Por terreno no había problema, porque nadie se hacía pasar por propietario de esos montes. Los habitantes de la Quebrada, que llegaron a ser más de diez familias, tenían cada quien su siembra y sus animales.
El señor Narciso sembraba caña, y criaba animales: chivos, cochinos y gallinas. A los cochinos los alimentaba con la misma caña. También tenía siembra de caraota, frijol, yuca y maíz.
Mi padre me enseñó a cocinar las carotas, a pilar el maíz, y a hacer la cuerda de hallaquitas. También nos enseñó a sembrar: los frijoles y la caraota, el ñame, la yuca, el maíz y la caña. Como había muerto mamá, fue él quien nos enseñó todo eso.

Junto al fogón, en el rancho de bahareque

Allí no se escuchaba música, ni había bailes, ni se escuchaba radio, nadie de esas quebradas tocaba instrumentos…. Los muchachos se enamoraban cuando iban a la quebrada a buscar agua. Allí se iban conociendo y enamorando. Por allá anduvo Valentina hasta sus veintidós años y tuvo cuatro muchachos: Marcelino, Valerio, Natividad y Silveria.
Entonces decidieron subir hacia el Topo, en el actual barrio El Cristo. En 1960 sólo había allí cuatro ranchos de bahareque. Uno que les alquiló la señora Quintina, mientras construían su propio rancho, que luego paso a ser propiedad de Tuto; otro en que vivía el señor Villegas, yerbatero del barrio, donde ahora vive la señora Olga; otro del señor Casiano, papá de Domingo; y el otro, donde vivían Eusebio y su señora Francisca, en el terreno donde actualmente vive William. No había más casas en todo ese Topo.
Los terrenos no tenían propietario, o nadie los reclamaba como suyos en esos años 60. Así que, después de banquear (preparar el terreno, aplanarlo, para hacerlo edificable), pudieron construir su casa de bahareque. Aquí –en El Topo donde actualmente vive Valentina- nacieron el resto de sus hijos: Rufina, Isabel, Santiaga, Isaías y Silvio, y alguno más que se nos escapa de la cuenta. Aquí siguieron con la tradición de la siembra. Ahí mismo se ve su corte de maíz.
Al subir de la Quebrada fue cuando Valentina empezó a escuchar música, pero no le ponía cuidado. Sólo el joropo mirandino lo escuchaba con gusto y lo bailaba. Margarito Aristiguieta, el coplero de Guareguare, era un joropero que andaba por las casas del Cristo tocando. Así fue aprendiendo Valentina a bailar y escuchar el joropo, en voz de un paisano.
Aristiguieta había nacido en el mismo caserío que Valentina, pero unos años antes, en 1925. Vivió sus años de infancia en su caserío natal, donde hizo sus aprendizajes elementales y trabajó la agricultura junto a su padre. Siendo aún adolescente, inició su andadura por el canto y, en especial, por el joropo tuyero; hasta el año 2014, en que falleció. De este conocido coplero son los recuerdos de Valentina.

Respecto a las enseñanzas que les ha dado a lo largo de los años a sus hijos y nietos, Valentina menciona la siembra y cuidado de la tierra, las tradiciones de construcción (Rufina y Silvio han hecho sus casas de bahareque), la cocina cotidiana –en el fogón- a base de maíz y caraota, los valores de respeto y educación…. Además de todo eso, cuando a Valentina se le pregunta qué deja para ellos, ella responde: ¡todo mi cariño!

viernes, 20 de octubre de 2017

El Cristo en que vivimos

Foto Joel Aranguren 

Llegué al barrio El Cristo de Los Teques (ubicado en la Macarena Sur) hace veinte años. Hacer crónica del barrio es, de algún modo, hacer crónica de mi recorrido por su callejones, senderos y escaleras, de mi encuentro con sus antiguas gentes campesinas, de mi tropiezo sorprendido con la muerte antes de tiempo y el sufrir cotidiano sobreabundante, de mi incorporación a la organización de un pueblo que ha querido ser protagonista de su historia.

EL CRISTO CAMPESINO

Por estos valles y cerros se asentaron los indios Teques y organizaron su resistencia, frente a los españoles y sus aliados, ávidos usurpadores de tierra y minas. Por estas tierras, Guaicaipuro y sus gentes hicieron la vida. Todavía quedan restos de las semillas que no han podido exterminar las empresas transnacionales: Aquí sembramos, en los patios y laderas montañosas, la yuca, el ají, la auyama, el aguacate criollo, el frijol y otros granos ─en un sinfín de variedades autóctonas─, como la tapirama y el quinchoncho, que son buena parte de aquel legado alimentario.
La familia Granadillo llegó de La Quebrada Santa María, sector El Cañaote, y sus miembros no han dejado la tradición de buenos sembradores. La señora Valentina cuenta acerca de su llegada, poco antes del año 1960. Se asentaron en un pequeño montículo -El Topo-, que aflora al final de la ruta de la vía principal de El Cristo. A su arribo, construyeron las típicas casas de bahareque en las que no faltaba el fogón. Algunos de ellos, como Isaías o la misma Valentina, aún la conservan. La señora Francisca, conocida como aguacatera, hija de Nicolás Rojas y Rita, recorría el barrio con su cesta de frutos sobre la cabeza. El señor Celso, sabio conocedor de plantas, era apreciado por su habilidad para curar distintos males, en especial la “culebrilla”.
Así como El Topo, hay otros sectores: Los Pretiles, La Piedra, San Rafael y, finalmente, Barrio Nuevo, que se fueron poblando de gentes de la tierra. Los productivos patios existentes son una muestra de dónde venimos. Muchas familias han sido fieles transmisoras de sus orígenes al crear estos espacios que incluyen principalmente plantas medicinales, tales como malojillo, toronjil, menta, sábila, albahaca, ruda, artemisa, acetaminofén… donde, además, se dejan crecer las plantas autóctonas mal-llamadas malezas, como el llantén, la yerbamora, la pira (o yerba caracas), árnica, cadillo de perro, salvia, cilantro de monte, pasote y pare usted de contar. En los patios de mayor tamaño se destacan árboles de aguacate, mango, guanábana, así como limoneros, naranjos, matas de lechosa y níspero chino, como le dicen en el barrio…
La existencia y persistencia de conucos en la parte más profunda del barrio, junto a las diversas quebradas y pozos, mantiene la tradición del uso socio-productivo de algunos terrenos. Varios conuqueros viven junto a su siembra en un rancho de bahareque; otros, bajan a trabajar el terreno, y suben a sus viviendas en el propio barrio El Cristo. Ellos han sostenido la siembra de maíz, yuca, caraota, batata, tomate, ají, cilantro, cebollín, auyama, ocumo, ñame, cambur, chayota, pepino, calabacín, berenjena, papa, quinchoncho, parchita, entre otros, tanto para abastecer a los miembros de su familia con la cosecha, como para colocarla en el mercado local.
Por ahí andan nuestros orígenes campesinos. Hay una tarea larga para reconstruir nuestra historia. Mucho se mantiene en la memoria de los hijos y nietos. Algo se ha recogido en los procesos de construcción comunal: Carta del Barrio, Proyectos de los estudiantes de las Misiones Robinson, Ribas y Sucre, proyectos del Consejo Comunal. Es necesario continuar con estas indagaciones, con el objetivo de profundizar en nuestras raíces y valorar lo propio.

Balbina

Vino del llano
con su amor completo
por la tierra y la siembra
Su casa se llenó
con gamas de mil verdes
y alegres motas de colores
Un vivero
recorre el barrio
de puerta en puerta

Catire

Un emplasto de árnica
lo sanó en pocos días
Su flor amarilla
ilumina el cerro

Las comadres

Ellas se ilustran
sobre el uso capsular
de la mata de sábila

Centinela de agua

El apamate
inunda el cielo en cuaresma suave

La cruz florida del mes de mayo
atenúa el morado en el leve lila

Sobre el azul
con el sol esplendoroso
luce tan alegre
como una niña
que ríe jugueteando
entrelazando
dedos
cabellos

y presagios

EL CRISTO DE LOS INFIERNOS

A los pocos meses de vivir en El Cristo (fue en noviembre de 1997) un amigo se acercó a visitarme. Al igual que ahora ─y ya son dos años sin contar con una ruta de buses─, la carretera principal había cedido por las lluvias y, para ir al trabajo, nos tocaba subir y bajar a pie todos los días. El amigo, poco acostumbrado a los cerros, después de llegar a la casa situada al fondo del barrio, con la lengua afuera, alcanzó a musitar: “Éste es El Cristo de los infiernos”. Me quedé pensando en la vaina, y escribí estos versos:

El Cristo en quien vivimos

Nuestro barrio es el Cristo
y es posible verlo cada día
subiendo al Gólgota
o bajando a los infiernos

El mito judeocristiano del descenso de Cristo a los infiernos es evocador. Aquí subimos y bajamos cual cristos, a las entrañas del mal –puede decirse- con la misión de seguir viviendo, de seguir salvándonos, ojalá que en colectivo. Somos los pobladores de esta comunidad quienes día tras día salimos y regresamos, moviéndonos de la cota 1.100 a la 1.200 metros de altitud sobre el nivel del mar. La Semana Santa, con Viacrucis incluido, en recorrido por las calles de Barrio Nuevo o por la principal de El Cristo, nos recuerda los actuales calvarios. 
Fue después, cuando me contaron que hasta los años 60, a El Cristo lo conocían como la Bajada del Infierno. Nazario Camejo recordaba que precisamente en el año 1965, Francisco Díaz (el famoso chichero de Los Teques) tuvo la idea de cambiarle el nombre al sector. En lugar de Bajada del Infierno lo llamarían El Cristo. Nazario tomó la iniciativa y colocó un letrero con el nuevo nombre a la entrada del barrio.
De infiernos y otros demonios son también las leyendas típicas de la zona, en especial la del carretón, cuyo traqueteo nocturnal recorría la recién estrenada carretera cuando la niebla desposaba la quebrada.
Una década más tarde, ya entrados los 70, llegaron los infiernos más de temer: las bandas y luchas por el control territorial, el microtráfico, los policías y jueces cómplices, complacientes y corruptos, las frecuentes muertes a bala y la venganza. Y con ellos, el infierno de la infamia.  Cría fama y échate a dormir.
A mi llegada al barrio, nombrar El Cristo era como nombrar a Satán. Era difícil que alguien nos visitara, y hasta que un taxi acercara a cualquier vecino a su casa. Tampoco era fácil que alguien conviniera una reunión de trabajo o de celebración en la comunidad. Testigos somos de terribles muertes, de tremendas injusticias y de la impotencia de un pueblo sin ningún poder.




Muerte

Las niñas cuentan lo ocurrido
como un mal dormir
Abren los ojos y se va el recuerdo
Queda la palabra
para nombrarlo

Policía

Parecía que estábamos en guerra
Pa pa pá - Ra ta - ta ta tá
Los llevan detenidos
Éste abraza su sueño
en huida hacia adentro

Final

El combatiente regresó a la batalla perdida con la intención secreta de borrarse en ella.
Dejó a su espalda los colores ocres y los verdes remotísimos. Caminó hacia el desamparo y la desmemoria con la certidumbre de transitar los pasos últimos. Tomó del manantial el sorbo reservado a su naturaleza simple.
El cansancio lo hizo vulnerable. Los convecinos extrañaron su antigua lucidez y se sorprendieron de sus decisiones íntimas.
La bella de sandalias leves aherrojó su sentir en un inesperado giro de los astros.
Se hundió en un abismo de fuego y azufre, dando cumplido destino al requerido misterio.

Duelo
Las voces roncas gimieron
hasta la partida del pequeño cadáver
       Ramos Sucre

En estas lluvias y descampados
las gentes llegan
a plenar el tiempo

el azar
afloja las carnes
derrite la vida
el insondable misterio

vienen los rituales
que acallan el llanto
que salen a auxiliar
los dolores del alma
que cubren los silencios

se habla y se acuerda
el gesto más solemne
más desprevenido
es un ángel divino
sus alas en la urna
y hasta una aureola

no habrá largos rezos
novenarios escalas
que junto a Dios quedó

el agua bendita se derrama

los desmayos relajan
los cuerpos más cansados
ojos desorbitados
sedaciones olvidos
llantos derramados
los clamores que llegan
a estos valles
y a Dios

las culpas las razones
los deseos los miedos
soledades

el mundo de los muertos
¿quién arrebatará
los cuerpos que nos dejan?
no se lo lleven –claman
son las fuerzas oscuras
y en plural sorprendente
o tal vez: no te vayas
quédate aquí
tan cerca para siempre

EL CRISTO COMUNERO

Algo cambió con los sueños del comandante Chávez ─venidos de otros antiguos sueños: Cristo, Bolívar, Simón Rodríguez, Zamora, Guaicaipuro─. Este pueblo de raigambre campesina y sufriente supo identificarse con buena parte de su discurso libertario. Supo identificarse con su corazón de pueblo. Progresivamente nos fuimos empoderando.
La doctora Naimir Ladera está recién llegada a la Base de Misiones. Se sorprende de la organización de la comunidad, del buen trato y del apoyo que recibe. Se sorprende por quienes le habían augurado un “infierno” terrible. No saben de qué se han perdido –dice Naimir. La comunidad agradece tener una doctora cercana y atenta en pleno corazón del territorio.
La profesora de cultura cubana, Naida, apenas ha podido acompañarnos unos meses. Miércoles tras miércoles se ha acercado a la comunidad con su “flacuchina”, un títere de su creación, que se movió a gusto entre niños y grandes. Ha intentado no perderse semanalmente este compartir que valora altamente. Ahora anda organizando su viaje de regreso a su Cuba natal.
La Base de Misión El Cristo fue inaugurada hace poco más de un año y se ha convertido en un lugar de convivencia popular, formación y conciencia. La Casa Comunitaria Peruchito, casa de cultura, educación, encuentro y espiritualidad, ha sido otro espacio importante de conciencia colectiva desde hace dos décadas.
Los diferentes consejos comunales constituidos a lo largo de estos años en la difícil lucha por la construcción de un modelo más participativo y protagónico, desde las distintas vocerías, han ido dejando un saldo consolidado de liderazgos de nuevo estilo.
El más reciente CLAP, apuntalado por la UBCH y organizado por vocerías de callejones y pequeños sectores, se percibe como un modelo incipiente de poder popular, de debate y contraloría social genuina.
La organización deportiva ha crecido. Los resultados de los equipos de básquet de El Cristo dentro de los torneos municipales organizados, así lo hacen ver.
La educación va avanzando. Muchos son los jóvenes de El Cristo que ingresan a la universidad y culminan con éxito sus estudios, cosa muy diferente a la realidad de hace unas dos décadas. Las misiones Robinson y Ribas han aportado su grano de arena, al igual que el Proyecto de Educación Alternativa, que funciona en la Casa Comunitaria Peruchito.
Dos blogs de la comunidad, uno de deporte y otro de cultura, divulgan y dan fe del buen hacer.

Resistir

Cuando la noche nos ataque
Subiremos la tierra
Nos quedaremos Nos reviviremos
Volcaremos agua en el agua Sueño en los que sueñan
       Ramón Palomares

Resistir hemos hecho
antes que Foucault
reseñara la hazaña

Resistir aprendimos
como arte de vida
como causa común
de los pequeños

Resistir es el nombre
que nos damos
en estas tierras
y en estos tiempos nuestros







Andrés

Tan pariente y no sabes qué son mamones
(tan sólo conoces la canción de Hombres G)

Viene Andrés
Sin otro trámite
me deja una treintena de mamones
sobre el mesón

Sube de La Quebrada
feliz de su disfrute

Aquí sigo
regustando el primero
le doy vueltas a la pepa
la dejo monda

Se ha dado el trabajo de abordar
la escalera abrupta de mi casa
se toma la confianza
de acercarse a mi puerta

Su saludo es la cosecha generosa entre las manos
y una pregunta simple:
¿Dónde los pongo?

La amistad es una bolsa abierta de mamones


Con Silvio Rodríguez, decimos en estos difíciles momentos por los que  atravesamos:

Vamos a andar,
en verso y vida tintos,
levantando el recinto
del pan y la verdad…

Vamos a andar,
con todas las banderas
trenzadas, de manera
que no haya soledad…

Vamos a andar
para llegar a la vida.


La ciudad de Los Teques, en el aniversario celebrativo de su constitución como parroquia, no debe dejar por fuera a sus comunidades aledañas al casco central. No se puede imponer para la configuración de la ciudad próspera futura, el prototipo modernizador y excluyente instalado en la actualidad. Otras comunidades, similares a El Cristo, tienen mucha riqueza que aportar y mucha palabra que decir: para que no haya soledad y lleguemos a la vida. Esta crónica abre la puerta…