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lunes, 23 de octubre de 2017

VALENTINA, MUJER CAMPESINA DE EL CRISTO



 Valentina limpiando el monte


  ¿Usted se considera campesina? 
Claro que sí. Yo nací en el monte.

Cristina Valentina Granadilllo Rojas, en unos meses cumplirá los ochenta. Su recorrido vital se ha desenvuelto por tres espacios básicos: Guareguare, la Quebrada y El Topo.
Nací en San Diego el 14 de febrero de 1938 –refiere. Guareguare es un campo, como un barrio de San Diego. Mi papá se llamaba Narciso Granadillo, y era del Estado Lara. Mi mamá se llamaba Andrea Rojas y era de San Diego. A mis abuelos no los conocí ni supe sus nombres.
De aquella primera infancia trae a la memoria las clases iniciales de lectura y escritura, con una maestra que llegaba al caserío Guareguare y les enseñaba a hacer muñecas de palo.
Con trapos les hacíamos la camisa –recuerda Valentina.
Se reunían todos en la bodega, que tenía un patio grande, y allá les daba las clases. Los niños se sentaban en unos banquitos. Y también recibían catecismo. Lo daba un señor que llamaban Pablo Mangarré, que vivía en Guareguare.
Por dos décadas la familia de Valentina se desplazó hacía lo que ella refiere como la Quebrada, en distintos sectores: el Ingenio, Cañaote, Quebrada Santa María y San Corniel. Por esas quebradas anduvieron. Abel, Pablito, Miguel y Sotero eran sus hermanos. Al poco de nacer dos hermanitos morochos, su mamá murió a consecuencia del parto, y enseguida murieron los morochitos. El papá fue el que crio a los siete hijos que quedaron.

Para mis nietos ¿qué dejo?: ¡Todo mi cariño!
(al fondo: la Cueva del Indio)

Cuando las familias se asentaban en la Quebrada, primero llegaban a la casa de algún conocido, mientras construían su casa de bahareque. Así hizo la familia de Valentina. Luego le pagaban con el trabajo de siembra al que los había hospedado en su casa. Era una especie de alquiler, pagado con trabajo. Por terreno no había problema, porque nadie se hacía pasar por propietario de esos montes. Los habitantes de la Quebrada, que llegaron a ser más de diez familias, tenían cada quien su siembra y sus animales.
El señor Narciso sembraba caña, y criaba animales: chivos, cochinos y gallinas. A los cochinos los alimentaba con la misma caña. También tenía siembra de caraota, frijol, yuca y maíz.
Mi padre me enseñó a cocinar las carotas, a pilar el maíz, y a hacer la cuerda de hallaquitas. También nos enseñó a sembrar: los frijoles y la caraota, el ñame, la yuca, el maíz y la caña. Como había muerto mamá, fue él quien nos enseñó todo eso.

Junto al fogón, en el rancho de bahareque

Allí no se escuchaba música, ni había bailes, ni se escuchaba radio, nadie de esas quebradas tocaba instrumentos…. Los muchachos se enamoraban cuando iban a la quebrada a buscar agua. Allí se iban conociendo y enamorando. Por allá anduvo Valentina hasta sus veintidós años y tuvo cuatro muchachos: Marcelino, Valerio, Natividad y Silveria.
Entonces decidieron subir hacia el Topo, en el actual barrio El Cristo. En 1960 sólo había allí cuatro ranchos de bahareque. Uno que les alquiló la señora Quintina, mientras construían su propio rancho, que luego paso a ser propiedad de Tuto; otro en que vivía el señor Villegas, yerbatero del barrio, donde ahora vive la señora Olga; otro del señor Casiano, papá de Domingo; y el otro, donde vivían Eusebio y su señora Francisca, en el terreno donde actualmente vive William. No había más casas en todo ese Topo.
Los terrenos no tenían propietario, o nadie los reclamaba como suyos en esos años 60. Así que, después de banquear (preparar el terreno, aplanarlo, para hacerlo edificable), pudieron construir su casa de bahareque. Aquí –en El Topo donde actualmente vive Valentina- nacieron el resto de sus hijos: Rufina, Isabel, Santiaga, Isaías y Silvio, y alguno más que se nos escapa de la cuenta. Aquí siguieron con la tradición de la siembra. Ahí mismo se ve su corte de maíz.
Al subir de la Quebrada fue cuando Valentina empezó a escuchar música, pero no le ponía cuidado. Sólo el joropo mirandino lo escuchaba con gusto y lo bailaba. Margarito Aristiguieta, el coplero de Guareguare, era un joropero que andaba por las casas del Cristo tocando. Así fue aprendiendo Valentina a bailar y escuchar el joropo, en voz de un paisano.
Aristiguieta había nacido en el mismo caserío que Valentina, pero unos años antes, en 1925. Vivió sus años de infancia en su caserío natal, donde hizo sus aprendizajes elementales y trabajó la agricultura junto a su padre. Siendo aún adolescente, inició su andadura por el canto y, en especial, por el joropo tuyero; hasta el año 2014, en que falleció. De este conocido coplero son los recuerdos de Valentina.

Respecto a las enseñanzas que les ha dado a lo largo de los años a sus hijos y nietos, Valentina menciona la siembra y cuidado de la tierra, las tradiciones de construcción (Rufina y Silvio han hecho sus casas de bahareque), la cocina cotidiana –en el fogón- a base de maíz y caraota, los valores de respeto y educación…. Además de todo eso, cuando a Valentina se le pregunta qué deja para ellos, ella responde: ¡todo mi cariño!

viernes, 20 de octubre de 2017

El Cristo en que vivimos

Foto Joel Aranguren 

Llegué al barrio El Cristo de Los Teques (ubicado en la Macarena Sur) hace veinte años. Hacer crónica del barrio es, de algún modo, hacer crónica de mi recorrido por su callejones, senderos y escaleras, de mi encuentro con sus antiguas gentes campesinas, de mi tropiezo sorprendido con la muerte antes de tiempo y el sufrir cotidiano sobreabundante, de mi incorporación a la organización de un pueblo que ha querido ser protagonista de su historia.

EL CRISTO CAMPESINO

Por estos valles y cerros se asentaron los indios Teques y organizaron su resistencia, frente a los españoles y sus aliados, ávidos usurpadores de tierra y minas. Por estas tierras, Guaicaipuro y sus gentes hicieron la vida. Todavía quedan restos de las semillas que no han podido exterminar las empresas transnacionales: Aquí sembramos, en los patios y laderas montañosas, la yuca, el ají, la auyama, el aguacate criollo, el frijol y otros granos ─en un sinfín de variedades autóctonas─, como la tapirama y el quinchoncho, que son buena parte de aquel legado alimentario.
La familia Granadillo llegó de La Quebrada Santa María, sector El Cañaote, y sus miembros no han dejado la tradición de buenos sembradores. La señora Valentina cuenta acerca de su llegada, poco antes del año 1960. Se asentaron en un pequeño montículo -El Topo-, que aflora al final de la ruta de la vía principal de El Cristo. A su arribo, construyeron las típicas casas de bahareque en las que no faltaba el fogón. Algunos de ellos, como Isaías o la misma Valentina, aún la conservan. La señora Francisca, conocida como aguacatera, hija de Nicolás Rojas y Rita, recorría el barrio con su cesta de frutos sobre la cabeza. El señor Celso, sabio conocedor de plantas, era apreciado por su habilidad para curar distintos males, en especial la “culebrilla”.
Así como El Topo, hay otros sectores: Los Pretiles, La Piedra, San Rafael y, finalmente, Barrio Nuevo, que se fueron poblando de gentes de la tierra. Los productivos patios existentes son una muestra de dónde venimos. Muchas familias han sido fieles transmisoras de sus orígenes al crear estos espacios que incluyen principalmente plantas medicinales, tales como malojillo, toronjil, menta, sábila, albahaca, ruda, artemisa, acetaminofén… donde, además, se dejan crecer las plantas autóctonas mal-llamadas malezas, como el llantén, la yerbamora, la pira (o yerba caracas), árnica, cadillo de perro, salvia, cilantro de monte, pasote y pare usted de contar. En los patios de mayor tamaño se destacan árboles de aguacate, mango, guanábana, así como limoneros, naranjos, matas de lechosa y níspero chino, como le dicen en el barrio…
La existencia y persistencia de conucos en la parte más profunda del barrio, junto a las diversas quebradas y pozos, mantiene la tradición del uso socio-productivo de algunos terrenos. Varios conuqueros viven junto a su siembra en un rancho de bahareque; otros, bajan a trabajar el terreno, y suben a sus viviendas en el propio barrio El Cristo. Ellos han sostenido la siembra de maíz, yuca, caraota, batata, tomate, ají, cilantro, cebollín, auyama, ocumo, ñame, cambur, chayota, pepino, calabacín, berenjena, papa, quinchoncho, parchita, entre otros, tanto para abastecer a los miembros de su familia con la cosecha, como para colocarla en el mercado local.
Por ahí andan nuestros orígenes campesinos. Hay una tarea larga para reconstruir nuestra historia. Mucho se mantiene en la memoria de los hijos y nietos. Algo se ha recogido en los procesos de construcción comunal: Carta del Barrio, Proyectos de los estudiantes de las Misiones Robinson, Ribas y Sucre, proyectos del Consejo Comunal. Es necesario continuar con estas indagaciones, con el objetivo de profundizar en nuestras raíces y valorar lo propio.

Balbina

Vino del llano
con su amor completo
por la tierra y la siembra
Su casa se llenó
con gamas de mil verdes
y alegres motas de colores
Un vivero
recorre el barrio
de puerta en puerta

Catire

Un emplasto de árnica
lo sanó en pocos días
Su flor amarilla
ilumina el cerro

Las comadres

Ellas se ilustran
sobre el uso capsular
de la mata de sábila

Centinela de agua

El apamate
inunda el cielo en cuaresma suave

La cruz florida del mes de mayo
atenúa el morado en el leve lila

Sobre el azul
con el sol esplendoroso
luce tan alegre
como una niña
que ríe jugueteando
entrelazando
dedos
cabellos

y presagios

EL CRISTO DE LOS INFIERNOS

A los pocos meses de vivir en El Cristo (fue en noviembre de 1997) un amigo se acercó a visitarme. Al igual que ahora ─y ya son dos años sin contar con una ruta de buses─, la carretera principal había cedido por las lluvias y, para ir al trabajo, nos tocaba subir y bajar a pie todos los días. El amigo, poco acostumbrado a los cerros, después de llegar a la casa situada al fondo del barrio, con la lengua afuera, alcanzó a musitar: “Éste es El Cristo de los infiernos”. Me quedé pensando en la vaina, y escribí estos versos:

El Cristo en quien vivimos

Nuestro barrio es el Cristo
y es posible verlo cada día
subiendo al Gólgota
o bajando a los infiernos

El mito judeocristiano del descenso de Cristo a los infiernos es evocador. Aquí subimos y bajamos cual cristos, a las entrañas del mal –puede decirse- con la misión de seguir viviendo, de seguir salvándonos, ojalá que en colectivo. Somos los pobladores de esta comunidad quienes día tras día salimos y regresamos, moviéndonos de la cota 1.100 a la 1.200 metros de altitud sobre el nivel del mar. La Semana Santa, con Viacrucis incluido, en recorrido por las calles de Barrio Nuevo o por la principal de El Cristo, nos recuerda los actuales calvarios. 
Fue después, cuando me contaron que hasta los años 60, a El Cristo lo conocían como la Bajada del Infierno. Nazario Camejo recordaba que precisamente en el año 1965, Francisco Díaz (el famoso chichero de Los Teques) tuvo la idea de cambiarle el nombre al sector. En lugar de Bajada del Infierno lo llamarían El Cristo. Nazario tomó la iniciativa y colocó un letrero con el nuevo nombre a la entrada del barrio.
De infiernos y otros demonios son también las leyendas típicas de la zona, en especial la del carretón, cuyo traqueteo nocturnal recorría la recién estrenada carretera cuando la niebla desposaba la quebrada.
Una década más tarde, ya entrados los 70, llegaron los infiernos más de temer: las bandas y luchas por el control territorial, el microtráfico, los policías y jueces cómplices, complacientes y corruptos, las frecuentes muertes a bala y la venganza. Y con ellos, el infierno de la infamia.  Cría fama y échate a dormir.
A mi llegada al barrio, nombrar El Cristo era como nombrar a Satán. Era difícil que alguien nos visitara, y hasta que un taxi acercara a cualquier vecino a su casa. Tampoco era fácil que alguien conviniera una reunión de trabajo o de celebración en la comunidad. Testigos somos de terribles muertes, de tremendas injusticias y de la impotencia de un pueblo sin ningún poder.




Muerte

Las niñas cuentan lo ocurrido
como un mal dormir
Abren los ojos y se va el recuerdo
Queda la palabra
para nombrarlo

Policía

Parecía que estábamos en guerra
Pa pa pá - Ra ta - ta ta tá
Los llevan detenidos
Éste abraza su sueño
en huida hacia adentro

Final

El combatiente regresó a la batalla perdida con la intención secreta de borrarse en ella.
Dejó a su espalda los colores ocres y los verdes remotísimos. Caminó hacia el desamparo y la desmemoria con la certidumbre de transitar los pasos últimos. Tomó del manantial el sorbo reservado a su naturaleza simple.
El cansancio lo hizo vulnerable. Los convecinos extrañaron su antigua lucidez y se sorprendieron de sus decisiones íntimas.
La bella de sandalias leves aherrojó su sentir en un inesperado giro de los astros.
Se hundió en un abismo de fuego y azufre, dando cumplido destino al requerido misterio.

Duelo
Las voces roncas gimieron
hasta la partida del pequeño cadáver
       Ramos Sucre

En estas lluvias y descampados
las gentes llegan
a plenar el tiempo

el azar
afloja las carnes
derrite la vida
el insondable misterio

vienen los rituales
que acallan el llanto
que salen a auxiliar
los dolores del alma
que cubren los silencios

se habla y se acuerda
el gesto más solemne
más desprevenido
es un ángel divino
sus alas en la urna
y hasta una aureola

no habrá largos rezos
novenarios escalas
que junto a Dios quedó

el agua bendita se derrama

los desmayos relajan
los cuerpos más cansados
ojos desorbitados
sedaciones olvidos
llantos derramados
los clamores que llegan
a estos valles
y a Dios

las culpas las razones
los deseos los miedos
soledades

el mundo de los muertos
¿quién arrebatará
los cuerpos que nos dejan?
no se lo lleven –claman
son las fuerzas oscuras
y en plural sorprendente
o tal vez: no te vayas
quédate aquí
tan cerca para siempre

EL CRISTO COMUNERO

Algo cambió con los sueños del comandante Chávez ─venidos de otros antiguos sueños: Cristo, Bolívar, Simón Rodríguez, Zamora, Guaicaipuro─. Este pueblo de raigambre campesina y sufriente supo identificarse con buena parte de su discurso libertario. Supo identificarse con su corazón de pueblo. Progresivamente nos fuimos empoderando.
La doctora Naimir Ladera está recién llegada a la Base de Misiones. Se sorprende de la organización de la comunidad, del buen trato y del apoyo que recibe. Se sorprende por quienes le habían augurado un “infierno” terrible. No saben de qué se han perdido –dice Naimir. La comunidad agradece tener una doctora cercana y atenta en pleno corazón del territorio.
La profesora de cultura cubana, Naida, apenas ha podido acompañarnos unos meses. Miércoles tras miércoles se ha acercado a la comunidad con su “flacuchina”, un títere de su creación, que se movió a gusto entre niños y grandes. Ha intentado no perderse semanalmente este compartir que valora altamente. Ahora anda organizando su viaje de regreso a su Cuba natal.
La Base de Misión El Cristo fue inaugurada hace poco más de un año y se ha convertido en un lugar de convivencia popular, formación y conciencia. La Casa Comunitaria Peruchito, casa de cultura, educación, encuentro y espiritualidad, ha sido otro espacio importante de conciencia colectiva desde hace dos décadas.
Los diferentes consejos comunales constituidos a lo largo de estos años en la difícil lucha por la construcción de un modelo más participativo y protagónico, desde las distintas vocerías, han ido dejando un saldo consolidado de liderazgos de nuevo estilo.
El más reciente CLAP, apuntalado por la UBCH y organizado por vocerías de callejones y pequeños sectores, se percibe como un modelo incipiente de poder popular, de debate y contraloría social genuina.
La organización deportiva ha crecido. Los resultados de los equipos de básquet de El Cristo dentro de los torneos municipales organizados, así lo hacen ver.
La educación va avanzando. Muchos son los jóvenes de El Cristo que ingresan a la universidad y culminan con éxito sus estudios, cosa muy diferente a la realidad de hace unas dos décadas. Las misiones Robinson y Ribas han aportado su grano de arena, al igual que el Proyecto de Educación Alternativa, que funciona en la Casa Comunitaria Peruchito.
Dos blogs de la comunidad, uno de deporte y otro de cultura, divulgan y dan fe del buen hacer.

Resistir

Cuando la noche nos ataque
Subiremos la tierra
Nos quedaremos Nos reviviremos
Volcaremos agua en el agua Sueño en los que sueñan
       Ramón Palomares

Resistir hemos hecho
antes que Foucault
reseñara la hazaña

Resistir aprendimos
como arte de vida
como causa común
de los pequeños

Resistir es el nombre
que nos damos
en estas tierras
y en estos tiempos nuestros







Andrés

Tan pariente y no sabes qué son mamones
(tan sólo conoces la canción de Hombres G)

Viene Andrés
Sin otro trámite
me deja una treintena de mamones
sobre el mesón

Sube de La Quebrada
feliz de su disfrute

Aquí sigo
regustando el primero
le doy vueltas a la pepa
la dejo monda

Se ha dado el trabajo de abordar
la escalera abrupta de mi casa
se toma la confianza
de acercarse a mi puerta

Su saludo es la cosecha generosa entre las manos
y una pregunta simple:
¿Dónde los pongo?

La amistad es una bolsa abierta de mamones


Con Silvio Rodríguez, decimos en estos difíciles momentos por los que  atravesamos:

Vamos a andar,
en verso y vida tintos,
levantando el recinto
del pan y la verdad…

Vamos a andar,
con todas las banderas
trenzadas, de manera
que no haya soledad…

Vamos a andar
para llegar a la vida.


La ciudad de Los Teques, en el aniversario celebrativo de su constitución como parroquia, no debe dejar por fuera a sus comunidades aledañas al casco central. No se puede imponer para la configuración de la ciudad próspera futura, el prototipo modernizador y excluyente instalado en la actualidad. Otras comunidades, similares a El Cristo, tienen mucha riqueza que aportar y mucha palabra que decir: para que no haya soledad y lleguemos a la vida. Esta crónica abre la puerta…