Vista de las
montañas (y al fondo las quebradas) desde el Norte (El Topo): quebradas de
Carrizal-Los Pretiles (izquierda), San Corniel-La Matica (derecha), Santamaría
(derecha, detrás) y San Diego-Guareguare (izquierda, al fondo)
En Los Teques, algunos de los habitantes del actual barrio El Cristo, probablemente los más antiguos, provienen del entorno de La Quebrada. Con este nombre genérico denominan aún al lugar quienes allí vivieron, o quienes actualmente lo recorren para la caza, la siembra o la recolección de frutos silvestres.
Buena parte de las quebradas de la vertiente sur de las montañas de los Altos Mirandinos, desde San Diego a Guaremal y algo más allá, caen al río Tuy, justo en su paso por el Caserío Palo Negro, cercano a Paracotos.
Numerosas quebradas se adentran y zigzaguean en el corazón de estas serranías. Desde lo alto de Potrerito llega un caudal que recoge aguas de Carrizal, de la Macarena, la Matica y San Corniel. Cerca del lugar donde entrompan estas aguas de San Corniel con el cauce principal, se forma una primera vega en la vivieron algunos de los antiguos vecinos de El Cristo, quienes se refieren al pequeño núcleo poblado allí existente como Quebrada de San Corniel.
En su avance hacia el sur, el cauce originado en Potrerito, recibe las aguas de Guaremal y los Barriales en la denominada Quebrada Santamaría. Allí, en su entorno vegano, existió otro núcleo homónimo de la quebrada, más numeroso que el primero.
Otras quebradas más, enriquecen el caudal principal desde el oriente. Son las que nacen en San Antonio, San Diego y Guareguare. En zona cercana al lugar donde se unen estas aguas con las que provienen de las quebradas antes referidas, un nuevo rancherío de bahareque, de nombre El Ingenio, es referido por los antiguos como asiento de sus ancestros.
Al rancherío más cercano al caudal principal entre Quebrada Santamaría y El Ingenio lo refieren como Quebrada Grande. Se menciona además el lugar de Cañaote, probablemente más al sur, como geografía de antigua mudanza campesina.
Los habitantes de El Topo y Los Pretiles evocan a sus antepasados desplazándose por el Ingenio, Cañaote, Quebrada Santa María y Quebrada San Corniel.
Esquema de las quebradas mencionadas en
el texto
Norte-arriba, sur-abajo.
El modus operandi de las familias para su desplazamiento era el siguiente: primero llegaban a la casa de algún conocido, mientras construían su casa de bahareque. Luego le pagaban con el trabajo de siembra al que los había hospedado en su casa. Era una especie de alquiler, pagado con trabajo.
Por terreno no había problema, porque nadie se hacía pasar por propietario de esos montes. Los habitantes de la Quebrada, que llegaron a ser más de quince familias, tenían cada quien su siembra y sus animales. Sembraban caraota, frijol, yuca, maíz y caña, tomate y otras hortalizas; y criaban animales: cochinos, gallinas, caballos y burros para carga. El señor Virgilio tenía bastante burro. Los empleaban para subir la cosecha y venderla en la ciudad. En el puente de La Matica vendían bastante tomate. Además, los vecinos de la Quebrada plantaron árboles de aguacate, mango, naranja y otros. Algunas mujeres, acompañadas de sus hijas o nietas, subían desde la Quebrada con su cesta de aguacate para la venta.
Los niños jugaban con agua, hacían pozos, y se bañaban. Por los años 50 las aguas eran limpias y utilizables para el consumo de los pobladores, humanos y animales. Los muchachos se enamoraban cuando iban a la quebrada a buscar agua. Allí se iban conociendo y enamorando. No había luz eléctrica. Utilizaban lámparas. Allí no se escuchaba música, ni había bailes, ni había radio, nadie de esas quebradas tocaba instrumentos….
La gente poco se enfermaba. No había médicos ni curanderos por todo eso. Cada familia usaba sus propios remedios naturales. Tampoco había comadrona. Se conocen varios casos de neonatos muertos.
En relación a la educación, tampoco había maestra ni escuela, aunque después del año 50 se recuerda una maestra por la quebrada de Guareguare, en el rancherío de El Ingenio.
Por allá se asentaron Rita y su hermana Andrea Rojas, nativas de Guareguare. Andrea se casó con Narciso Granadillo y Rita con Nicolás González. Ambas parejas vivieron por la Quebrada durante los años 40 a 60. Por esas Quebradas anduvo Valentina hasta sus veintidós años y tuvo cuatro muchachos: Marcelino, Valerio, Natividad y Silveria. Por esas quebradas anduvieron durante más de dos décadas su padre, el señor Narciso, y sus hermanos Abel, Pablito, Miguel y Sotero.
Específicamente, en el entorno de la Quebrada Santa María y Quebrada Grande vivían varias familias más: Ambrosio González; Rosa Rojas, con Juan Rafael, y su hijo Marcos; Celso, en una vega grande, con Martín, Rómulo y Catulio; Hermenegildo, que se fue a Guaremal; Quintina; Virgilio, propietario del mayor número de burros (más de diez); Eusebio y Francisca; entre otros.
De estas gentes vienen nuestras raíces. Es lícito preguntar de dónde llegaron sus antepasados. Hay indicios para creer que la mayor parte de ellos provenían de la parroquia San Diego, o al menos de ella dependían, pues la mención de Guareguare cobra relieve en sus testimonios.
Y más allá podemos preguntar: ¿qué relación tenían estas gentes antiguas con los originarios teques que poblaron estos cerros y trazaron cicatrices en la montaña? No es descabellado creer que su marca quedó firmemente grabada entre los pioneros pobladores de El Cristo.
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