1. La Quebrada, ¿tierra de nadie?
La definición de los linderos municipales por territorio de la Quebrada lleva a la consideración que se expresa en este subtítulo. La Quebrada es región de fronteras municipales. Los municipios San Diego, Carrizal, Paracotos y Los Teques confluyen en estas Quebradas. La imprecisión de algunos de sus referentes hace indeterminada la demarcación, lo que ha generado más de un problema.
Remontando la historia, en 1753, con la creación del curato de San Diego, se nombra entre sus límites la Sabaneta de Guareguare.
En 1777, con la creación de la parroquia San Felipe Neri de Los Teques se mencionan entre sus límites, al sur: Mostaza, Guayas, Paracotos; al Naciente: Quebrada de Los Picachos, Carrizal. En 1987 son descritos siguiendo la Quebrada seca de Paracotos, Quebrada de Caldera, Boca de La Mora, Boca de Santa María, Quebrada de Los Pretiles, Alto de la Francesa, Los Cerritos….
En 1811, con la creación de la parroquia Carrizal, se señalan sus límites, que discurren por la Peñita, Picacho Santa María, Guareguarito y Picacho de Guareguare. De otro modo se nombran como: Alto Peña Redonda, Cañada de Paracotico, Desembocadura de la Quebrada Santa María, Quebrada que baja de Carrizal. En 1992 se señalan los límites de Carrizal pasando por el poblado El Ingenio, Palenque, fila de Guareguarito, boca de La Mora, Boca de la Quebrada Santa María. Son términos situados en esta región en estudio.
2. Abandono y olvido de los pobladores de la Quebrada
Con la caída de la producción del café y el fin de la minería, la Quebrada fue abandonada a su suerte. Los habitantes de la Quebrada desaparecieron de la historia. Una vez más, fueron borrados.
Sin embargo, las gentes de abajo somos tozudas. Volvemos una y otra vez, desde la resistencia, a exigir nuestro espacio. Y aquí estamos, con estas pequeñas historias, las que no han contado quienes hacen historia de la ciudad.
La ley sobre Resguardo (8-4-1904) referida a la Comunidad de Los Teques, en su artículo 1, señalaba: “Los terrenos de los Resguardos Indígenas, que aún se conservan en comunidad, se adjudicarán a sus actuales poseedores, por los límites que tienen entre sí reconocidos…”. (Citada por Otero, en Leal, 1998, 420). Con frecuencia, los historiadores altomirandinos han privilegiado, respecto a este asunto de propiedades territoriales, los desarrollos patrimoniales de los encomenderos y sus herederos, con títulos nobiliarios si el caso fuere… Y han obviado lo más notorio: la Quebrada fue territorio indígena, por cualquiera de sus lados que se lo mire: Paracotos, Guareguare o San Corniel. El exterminio de los indígenas no terminó en el siglo XVI, sino que se completó en el siglo XX al expropiarles legalmente sus territorios ancestrales con los repartos gomeros. En particular, en el caso de San Corniel y Guareguare, es notoria la presencia de 10 y 13 familias indígenas respectivamente a finales del siglo XVIII; más los 598 indios de Paracotos y los alrededores. No hay razones para dudar que ese terreno fuera, apenas un siglo después del censo del Obispo Martí, de propiedad comunal (contra la interpretación de Otero, en Leal, 1998, 423).
En el siglo XVI operó en los indígenas el miedo para negar su origen: Dicen los Cobos que “an de empalarnos” si decimos que somos de Guaicaipuro” (Doc. Original, fol. 64 v., Pleito Cobos-González, 1585, citado por Nectario María). Así mismo, en el siglo XX, el poder central se impuso sobre los pobladores de la Quebrada para borrar toda sombra de organización indígena, y expropiarles su territorio, minando su cohesión como pueblo. Los documentos mantuanos de propiedad fueron expropiando legalmente lo que en la práctica pertenecía a las comunidades indígenas que se iban extinguiendo, una vez más, por la violencia ejercida contra ellos. El miedo opera sobre la memoria. No he encontrado biznietos o descendientes con apellidos y rasgos que corresponden a algunas de estas familias indígenas que conserven la memoria directa de sus ancestros. Muchos “se refugiaron” en un mestizaje que hacía difusa su raíz. Solo hipótesis se pueden sostener sobre su definitiva desaparición como comunidades: violaciones y, como consecuencia, mestizaje forzado; trabajos duros en las minas –de nuevo-; recluta de los hombres en las guerras de independencia y federal; gripe española en 1918…
3. En diálogo con Manuel Almeida, cronista de Los Teques
…el poblamiento continuó siguiendo el agua por dos vertientes que bordearon la hoy ciudad. Unas por El Corozal y otra por San Pedro (…). // Dos caminos de agua que bordeaban los terrenos robados por la conquista para la propiedad privada. Los originarios fueron empujados hacia el sitio de San Corniel, que para ese primer censo mantenía 10 familias y se desconoce su merma demográfica en esos 200 años. Estos se encontraban entre los ojos de agua de Camatagua y El infiernito, a los pies de la cueva “del Indio” que hoy los rememora con el nombre aprendido en la dominación. Así fluyeron, por los ríos, los pobladores de la ciudad. // La geografía planificada hacia una intervención territorial fue determinante para que Fernández Feo asumiera el sitio de Los Teques como sede de la parroquia antes que El Corozal... Al pensar en la expansión futura de la parroquia se difuminó el papel de los habitantes de El Corozal…
Con estos apuntes de Manuel se pone en evidencia que la parroquialización de los Altos trajo aneja la marginalización de los habitantes indígenas de San Corniel hasta hacerlos desaparecer, y el difuminado de los habitantes de Corozal. Se fue invisibilizando el papel de los habitantes de las Quebradas del Sur, privilegiando –en la lógica del capital- las vías de comunicación con Caracas. Así mismo ocurrió con los habitantes al sur de San Diego-Guareguare, que fueron relegados a su suerte, al margen de las oligarquías que se iban apropiando del territorio más productivo; y algo parecido sucedió en relación con los habitantes de Paracotos, y más aún con los del caserío Palo Negro y pequeños n´cleos poblacionales cercanos. La Quebrada se fue transformando en el lugar preferencial para el arraigo de los excluidos por las oligarquías imperantes durante los siglos XVIII, XIX y aún el XX. Mantengo como hipótesis, que al margen de las parroquias San Diego, Carrizal, Los Teques y Paracotos se formó un “triángulo de las Bermudas” de las exclusión, que supuso hasta hoy la pervivencia de la raíz indígena antigua en los pobladores actuales de Guaremal, El Cristo, Vuelta Larga y Guareguare, pues la salida de la Quebrada entre 1960 y 1990 se siguió realizando por los caminos del agua, pero esta vez hacia arriba, en camino inverso al de los siglos anteriores.